En la China actual ya no se condena a muerte a las personas por ser gay, pero se las obliga a una existencia en la marginalidad y el ocultamiento.
El problema no es del Partido Comunista Chino (PCCh), que en definitiva continúa una política homofóbica que Mao Tse-tung había llevado a extremos criminales. El problema es de quienes caracterizan a Rusia y a China como países gobernados por fuerzas progresistas, cuando una materia decisiva para calificar dentro del progresismo es la aceptación de la diversidad sexual, algo que resisten los liderazgos de ambos países.
Vladimir Putin dejó plasmada su homofobia en la Constitución que impulsó, ampliando la gravitación de la conservadora iglesia ortodoxa rusa y mediante un artículo que prohíbe el matrimonio igualitario argumentando que sólo puede haber vínculo marital entre un hombre y una mujer. Por su parte, el gobierno chino acaba de dictar normas para la televisión y otros medios de comunicación audiovisual que promueven el modelo de masculinidad heterosexual y prohíbe exhibir “hombres afeminados” en la conducción de programas y otros roles protagónicos.
La ofensiva contra la diversidad sexual en China se ha intensificado en los últimos años. En el 2020 empezaron las presiones para clausurar el “Shanghái Pride”, la única manifestación importante de orgullo gay en el gigante asiático. Y este año trascendió que la Universidad de Shanghái exige a sus facultades y a otras universidades que elaboren “listas” de estudiantes LGTBQ+, reclamando que al nombre de cada estudiante señalado en la lista lo acompañe un informe sobre “sus condiciones psicológicas, posiciones políticas y contactos sociales”.
La tolerancia a la diversidad sexual nunca fue un activo de los regímenes marxistas. El propio Marx negaba la diversidad sexual como un rasgo de la naturaleza humana y Engels, su gran colaborador intelectual, mostró su homofobia en el capítulo sobre la antigua Grecia del libro “El Origen de la Familia”.
Pero Marx y Engels eran pensadores del siglo XIX, cuando todas las ideologías eran homofóbicas. Las culturas imperantes en el mundo lo eran. Más grave es que los regímenes marxistas leninistas del siglo XX hayan atacado de manera sistemática y cruel a la homosexualidad.
En la Unión Soviética se encerraba a los homosexuales en hospitales psiquiátricos. Es conocida la homofobia del régimen castrista en Cuba, que llegó a imponer a las familias que los padres debían declarar al Estado si tenían un hijo o hija homosexual. Fidel había tomado de Marx la convicción de que se trata de una “degeneración que produce el capitalismo” y que desaparecería con el socialismo.
Mao Tse-tung fue mucho más allá en la criminalidad de la homofobia. A los homosexuales los hacía fusilar por considerarlos “una perversión que pervierte a la sociedad” y que “propagan enfermedades”.
La tolerancia a la diversidad sexual nunca fue un activo de los regímenes marxistas. El propio Marx negaba la diversidad sexual como un rasgo de la naturaleza humana y Engels, su gran colaborador intelectual, mostró su homofobia en el capítulo sobre la antigua Grecia del libro “El Origen de la Familia”.
Pero Marx y Engels eran pensadores del siglo XIX, cuando todas las ideologías eran homofóbicas. Las culturas imperantes en el mundo lo eran. Más grave es que los regímenes marxistas leninistas del siglo XX hayan atacado de manera sistemática y cruel a la homosexualidad.
En la Unión Soviética se encerraba a los homosexuales en hospitales psiquiátricos. Es conocida la homofobia del régimen castrista en Cuba, que llegó a imponer a las familias que los padres debían declarar al Estado si tenían un hijo o hija homosexual. Fidel había tomado de Marx la convicción de que se trata de una “degeneración que produce el capitalismo” y que desaparecería con el socialismo.
Mao Tse-tung fue mucho más allá en la criminalidad de la homofobia. A los homosexuales los hacía fusilar por considerarlos “una perversión que pervierte a la sociedad” y que “propagan enfermedades”.
Fuente: Los Andes