La ciudad de Manzanillo, ubicada en la costa del océano Pacífico que baña sus dos bahías, ha tenido vocación portuaria desde tiempos inmemoriales y esta condición le confirió un papel protagónico en varios momentos de la historia del país.

Su nombre, con tintes venenosos, se lo impusieron los españoles que, cuando llegaron a este puerto natural, notaron que había una gran cantidad de árboles de manzanilla, conocidos también como “árboles de la muerte” por su alta toxicidad. Pero con anterioridad, los habitantes originarios llamaban al lugar Cozcatlán, que se traduce como “lugar de collares”, probablemente porque allí se elaboraban estas joyas con conchas, caracoles y perlas. Algunos arqueólogos, de hecho, aseguran que Salagua (otra de las denominaciones que se le daba a la ciudad), proveía de perlas a los mexicas durante el siglo XV.

Pero además de su condición natural de puerto, Manzanillo cuenta con muchas playas donde disfrutar del sol y el mar durante unas vacaciones en familia, a la sombra de las palmeras que también abundan en la región. El sol brilla 350 días al año, de modo que no habrá falla con el clima. La arena, que generalmente es de tonos dorados, en ocasiones luce de un negro intenso debido a la actividad del volcán de Colima que exhala, cada tanto, suspiros de ceniza.

El surf es una de las actividades favoritas en las playas de Manzanillo, así como remar en kayak o nadar. Y, para reponer fuerzas, es imperioso probar los pescados y mariscos fresquísimos que preparan con recetas locales en los restaurantes a pie de playa.

Tampoco debes pasar por alto probar la tuba, una bebida originaria de Filipinas (hay que recordar que en el pasado la famosa Nao de China solía llegar a este puerto con su carga de productos orientales e influencias culturales), que se prepara con la sabia de las palmeras y que resulta muy refrescante.

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