Gómez Palacio es una ciudad joven, pero de larga historia. La región fue habitada desde los tiempos prehispánicos por tribus salvajes de los tobosos, nasas, apaches, mapemes o comanches, que se asentaron a las riberas del río Nazas y de la zona de pequeñas lagunas que caracterizaban la región.

La sequedad del territorio dificultó su desarrollo; los misioneros fundaron algunos enclaves en las rancherías, aunque la conquista del terreno no fue fácil. Fray Bernardino de Sahagún decía que “es tierra pobre, estéril y falta de todos los mantenimientos”. Sin embargo, el trabajo y la voluntad de sus habitantes la convirtieron en una tierra de promisión.

El paso de las carretas, los carruajes y, más tarde, del ferrocarril por las tierras de la hacienda de Santa Rosa motivó la fundación de la ciudad. Don Santiago Lavín Cuadra donó los terrenos y se le puso el nombre de Don Francisco Gómez Palacio y Bravo, benemérito del estado de Durango.

La Revolución Mexicana cimbró estas tierras; muchos historiadores las consideran como cuna del movimiento revolucionario y, en la década de los años treintas del siglo pasado, aceleró su crecimiento. A partir de la Segunda Guerra Mundial y gracias al desarrollo agrícola, industrial y comercial de toda la zona lagunera, la prosperidad y el progreso llegaron a Gómez Palacio. Hoy es una ciudad dinámica, que recupera con orgullo sus lugares históricos como un atractivo más para el turismo.

Los principales atractivos turísticos en la ciudad de Gómez Palacio son: la hermosa Plaza de Armas, con su típico kiosco; el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, la primera gran construcción de la ciudad, destruida y vuelta a levantar, con huellas de cañonazos en sus muros; el viejo e inmenso mercado Baca Ortiz, de ladrillos rojos y estructuras metálicas; la réplica de la Torre Eiffel, donada por la colonia francesa, el mirador y monumento al general Francisco Villa; el Barrio de las Banquetas Altas o los seis puentes que cruzan el río Nazas y conectan con la ciudad de Torreón, especialmente el famoso Puente Plateado.

Entre los barrios típicos, bellos y evocadores, los más visitados son los de Santa Rosa, San José, el Parralito o Trincheritas y los modernos como Las Rosas y el Campestre o los parques Morelos y Esperanza. En todos ellos hay restaurantes y sitios de reunión frecuentados por los lugareños y los turistas.

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